HORA
DE COMER O HORA DE PELEAR
CUANDO
COMER NO ES UN PLACER
Nancy
Steinberg
Las mamás primerizas se reúnen a
platicar, a “intercambiar apuntes” acerca del desarrollo de sus hijos. Todo es
nuevo para la nueva madre, porque todo en el bebé es nuevo.
Entre los temas favoritos de estas nuevas madres encontramos la
alimentación de sus hijos. En los primeros meses de vida, los principales temas
son cuánto han aumentado de peso los niños, el cambio de la leche materna a la
leche de vaca o a las fórmulas y, más adelante, cuándo pueden empezar a dar al
bebé alimentos sólidos.
Pero también platican de algunos problemas:
·
que los niños no quieren comer
·
que comen demasiado
·
que sólo quieren aquello que les gusta (a
veces, esto es un número muy limitado de platillos), y se resisten siquiera a
probar otros
·
que tienen malos hábitos a la hora de la
comida (se levantan de la mesa varias veces, o no se sientan bien, o apoyan los
codos sobre la mesa, etc.)
Para algunas mamás, estos problemas son vistos como algo pasajero,
como una buena fuente de conversación y comparación (sí, ya sé, nunca hacemos
eso…) o incluso como algo divertido. Pero para algunas mamás, esto se convierte
en una fuente inagotable de ansiedad.
Y de eso vamos a platicar en este artículo.
LOS HÁBITOS COMO
FUENTE DE ANSIEDAD
Para muchas mamás, los hábitos de los niños a la hora de la comida son
muy importantes; los puntos de vista al respecto son muy variables: mientras
para algunas, buenos hábitos se refiere a saber tomar bien los cubiertos, para
otras significa probar de todo, dejar el plato limpio, no levantarse durante la
comida, no apoyar los codos sobre la mesa, no hablar con la boca llena, o bien
saber qué tenedor se utiliza para cada tipo de platillo.
Tal vez lo más importante no es lo que para ti signifique tener buenos
hábitos, sino más bien cómo lograr que tus hijos adquieran eso que tú esperas
de ellos.
Para enfrentar los problemas de este tipo, la palabra clave tal vez
sea IMITACIÓN.
Desde muy pequeños, los niños copian las conductas de los mayores;
ésta es la base de su desarrollo. Ellos desean ser como los grandes, y se
sienten muy bien cuando van alcanzando pequeñas metas, como tomar el tenedor,
beber agua de un vaso, o sentarse a la mesa con los grandes.
A veces los problemas se presentan cuando nosotras intentamos imponer
una conducta para la que el niño no está maduro; por ejemplo: un pequeño de un
año de edad no tiene la coordinación suficiente para comer con un tenedor. Si
la mamá le exige que lo haga, solamente lo va a enfrentar a mucha frustración;
la relación entre madre e hijo puede volverse tirante y, cuando el niño ya
tenga la edad suficiente para aprender, su actitud puede ser negativa, porque
la conducta, por así decirlo, “ya fue marcada.”
Por lo anterior, puede ser muy importante conocer las edades
apropiadas para exigir ciertas conductas. Si bien hay variaciones entre los
niños, los siguientes puntos pueden resultar de utilidad:
·
Durante los primeros 4 a 6 meses, el bebé
toma leche materna o algún tipo de fórmula; su alimentación depende
completamente de la madre o, a veces, de alguien que la sustituye (una abuela o
nana, por ejemplo)
·
Alrededor de los 10 meses, algunos bebés
empiezan a aprender a tomar de una taza; para entonces ya han empezado a comer
cereales y purés, pero todavía dependen de la madre casi completamente para su
alimentación
·
Cuando cumplen un año, los niños empiezan
a masticar alimentos suaves; la mayoría de ellos ya saben tomar de una taza. A
esta edad, muchos desean empezar a comer solos, por lo que puedes darles
trocitos picados que ellos pueden tomar con los dedos. Aunque los pedazos deben
ser pequeños, es de enorme importancia evitar los alimentos con los que se
pueden atragantar
·
Para los 2 ó 3 años de edad, la mayoría
de los niños ya pueden comer lo mismo que los grandes
Otra forma de “marcar una conducta” es celebrarla porque resulta
tierna o graciosa; por ejemplo: cuando los bebés comen con los dedos, a veces
tiran la comida fuera de la mesita en la que están sentados. Esta etapa es
pasajera; pero si a los demás les parece graciosa y la comienzan a celebrar, el
bebé aprenderá a hacerla para obtener el aplauso o la risa de los demás; y lo
obtendrá… por un tiempo. Cuando la conducta deja de ser graciosa, puede
resultar difícil eliminarla.
De manera que puede ser mejor tratar de prevenir las conductas que más
adelante pueden transformarse en un problema.
Por otro lado, en esto de los hábitos es
importante establecer prioridades. Para nadie resulta placentero pasar toda la
hora de la comida corrigiendo a los niños: ni para los niños ni para ti. Elige
UNA SOLA cosa que quieras enseñar, por ejemplo, no hablar con la boca llena;
ayuda con el ejemplo y, si es posible, involucra a toda la familia en el
proceso. Explica al niño por qué no debe hablar con la boca llena; y, sobre
todo, ten paciencia.
CUANDO TU HIJO NO
QUIERE COMER
Con mucha frecuencia las mamás comentan que están preocupadas porque
sus hijos no comen. El problema puede manifestarse de diversas formas:
·
el niño se rehúsa a probar diferentes
alimentos, limitándose a comer únicamente lo que le gusta; no importa cuántos
esfuerzos haga la mamá por convencerlo, y si se le intenta forzar, puede
incluso llegar a vomitar lo que se le dio
·
el niño tarda mucho tiempo en terminar la
comida, mucho más de lo que sería razonable para su edad; juguetea con la
comida, se levanta de la mesa, platica o simplemente se sienta durante horas
frente al plato
·
hay niños que no comen nada, parecen
“vivir del aire”; las escenas pueden parecer graciosas, pero en el fondo son
desgarradoras: la mamá le ruega al niño para que coma algo, lo persigue por
toda la casa, lo regaña; nada parece funcionar
¿Qué puedes hacer para resolver estos problemas?
Uno de los secretos de una alimentación sana es desarrollar
el gusto por alimentos variados; y muchas veces nosotras no permitimos que esto
suceda ¡sin darnos cuenta! Veamos por qué.
Desde el momento en que el bebé se sienta a la mesa “con los grandes”,
empieza a aprender los gustos de la familia; de esta forma, es probable que no
pruebe muchos alimentos porque a ti, a tu esposo o a tus otros hijos no les
gustan.
Para evitar este problema, ofrece a tu bebé todo tipo de alimentos,
aún los que a ti no te gusten. Y, si puedes, no le hagas saber que a ti no te
gustan; esto puede sonar a broma, pero si lo que estás tratando de lograr es
que tus hijos “coman bien”, puede resultar muy útil dejarlos formarse sus
propias opiniones respecto a los diversos sabores y alimentos.
Respeta los gustos de tus hijos en lo que se refiere a la
comida; si los adultos tenemos la libertad de no comer aquello que no nos
gusta, ¿por qué forzar a los niños a hacerlo? Por otro lado, los gustos de los
niños cambian; si dejas pasar un tiempo, puedes volver a ofrecer un platillo
que antes no quisieron.
Cambiar la presentación o la preparación de un alimento a
veces puede ser de ayuda. Así, poco a poco, puedes ir ampliando el menú de tus
hijos.
¿Qué pasa si tu hijo sólo quiere comer su plato favorito? Todas
conocemos ejemplos como éste: durante toda la semana, el niño sólo quiere carne
asada con papas fritas; la semana siguiente sólo acepta espagueti con
albóndigas; y cada semana parece querer solamente un tipo de comida.
En muchos casos, esta es una etapa pasajera. También se ha visto que,
en ocasiones, esto le permite al niño ir adquiriendo una dieta balanceada,
mientras aprende a comer de todo o casi de todo. Este proceso puede tomar un
tiempo, por lo que debes tener paciencia.
Como mencioné hace un momento, dar demasiada importancia a una
conducta, a veces puede contribuir a agravarla; de tal forma que, si dejas
pasar esta etapa de manera natural, es más probable que el niño la supere.
¿Qué podemos hacer cuando los niños no quieren comer?
Muchas
de nosotras crecimos dentro de la filosofía que “los niños no deben comer entre
comidas” y “se tienen que acabar todo lo que tienen en el plato.” Los estudios
más recientes han encontrado que estas dos ideas son erróneas:
Por un lado, los niños tienen el estómago muy pequeño, por lo que las
raciones que pueden consumir son más chicas que las de los adultos. Pero
también desarrollan mucha actividad, por lo que necesitan más energía; de ahí
que comer sólo tres veces al día puede no cubrir todas sus necesidades
nutricionales.
Los expertos recomiendan que los niños coman más de tres veces al día;
y tú puedes ayudarles a seleccionar alimentos sanos para cada una de estas
comidas, evitando los alimentos altos en grasa y, por supuesto, los alimentos
chatarra.
Tampoco es recomendable forzar a un niño a terminarse todo lo que
tiene en el plato; además de que esto puede favorecer la obesidad (de la que
platicaremos en otro artículo), también es importante que el niño aprenda a
“escuchar” a su propio cuerpo, y coma sólo hasta sentirse satisfecho.
Es muy importante no confundir esto, con el niño que no termina su
comida porque quiere irse a jugar; esto corresponde más a una formación de
hábitos, que a permitir que el niño empiece a desarrollar su propio sistema de
control interno.
Finalmente, existe la posibilidad de que el niño no quiere comer por
una situación de tipo emocional: porque está triste, o muy cansado, porque le
fue mal en la escuela o se peleó con un amigo. O porque ha encontrado que ésta
es la manera de lograr atención por parte de la madre. Antes de caer en el
pánico porque tu hijo no come, puede ser útil tratar de platicar con él para
ver qué es lo que le está preocupando y, de ser posible, ayudarlo a resolver el
problema. En algunos casos, puede ser necesario consultar a un especialista,
que te ayudará e encontrar ideas específicas para el manejo de estas conductas.
NIÑOS QUE COMEN
DEMASIADO
Veamos ahora el extremo opuesto: una mamá preocupada porque sus hijos
comen demasiado.
Cuántas veces no hemos oído comentar “¡mira qué gordito más lindo!”, o
“¡qué bonitos cachetes tiene!”, “¡ay, qué rollos se le forman en los brazos!”,
etc., como si estar gordo se tratara de una cualidad del bebé.
Pero cuando llegamos a la etapa adulta, esta misma característica
parece volverse negativa; a nadie parece gustarle estar gordo, y quienes están
excedidos de peso recurren a todo tipo de dietas (a veces inútiles) con tal de
mantenerse en línea.
Pues bien; es muy importante reconocer desde las etapas más tempranas
cuando un niño tiene sobrepeso, para poder corregir este problema a tiempo. Tú
puedes hacer mucho por ayudar a tu hijo, desde pequeño, a evitar problemas
futuros. Veamos algunas sugerencias.
·
Muchas veces, sin darnos cuenta, hacemos
que los alimentos dulces o con alto contenido calórico se vuelvan más deseables
para los niños; por ejemplo: cuando usamos los postres como premio. El postre debe ser visto como un
alimento más, no como algo especial; enseña a tus hijos, desde pequeños, a
comerlos en forma moderada.
·
No utilices la comida como una forma de
demostrar afecto; la comida no debe ser vista como una forma de premio o
castigo. Enseña a tus hijos desde pequeños que la comida es importante para su
nutrición; no la uses para cambiar sus emociones. Por ejemplo: evita decir
cosas como “si dejas de llorar te compro un helado”, “hoy no vas a comer porque te portaste mal” o “como te
quiero mucho, te sirvo más que a todos…”
·
Enseña a tus niños a comer con
moderación; cuando el niño manifiesta estar satisfecho, respétalo. No importa
si no deja el plato limpio; si los adultos podemos comer nada más lo que nos
apetece, ¿por qué los niños no? Enseña al niño a reconocer cuándo está
satisfecho, para que no se sirva raciones adicionales que ya no son necesarias
para su nutrición.
·
Recuerda que estamos hablando de niños
con sobrepeso; asegúrate, por supuesto, que lo que el niño come cubren sus
necesidades nutricionales.
·
También es importante reconocer si
existen situaciones especiales que hacen que tu hijo coma en exceso, por
ejemplo cuando está nervioso, si tiene exámenes o si lo hace después de que ha
habido algún tipo de dificultad o discusión en la casa. En estos casos lo
importante es enseñar al niño a enfrentar las situaciones difíciles con las
estrategias adecuadas, y no recurriendo a la comida.
·
Enseña a tus hijos a comer despacio y
masticar bien los alimentos; de esta forma se logra una mejor nutrición y se
tiende a comer menos, ya que se da tiempo al organismo de reconocer que está
satisfecho.
Procura
que en casa haya alimentos balanceados, lo que significa alimentos de los tres
principales grupos de macro nutrientes: proteínas, carbohidratos y grasas.
En esta, como en muchas conductas, el
niño tomará el ejemplo de sus padres; si tú tienes buenos hábitos alimenticios,
tu hijo los imitará. Esto incluye establecer horarios, consumir alimentos
sanos, especialmente frutas y verduras, y hacer de la hora de comida un momento
agradable. Si toda la familia se involucra en el proceso, se podrán obtener
mejores resultados.
Hacer de la hora de la comida una hora agradable y no un campo de
batalla puede ser más importante de lo que te imaginas. Para tu salud mental y
la de tus hijos.
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